La ciencia del amor

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Martinus:

1. El mayor precepto religioso del mundo

¿Por qué hay que estudiar los análisis cósmicos del universo que para algunas personas pueden ser difíciles de comprender? ¡A los hombres se les ha mostrado por medio de sus religiones y sus redentores del mundo el camino hacia Dios! ¿Acaso existe un camino mejor y más perfecto hacia Dios o una creación cultural más auténtica que, por ejemplo, lo que ya se nos ha dado en el sermón de la montaña de Jesús y en otros mandamientos sagrados de Cristo? ¿Puede, acaso, darse una mejor indicación del camino que conduce a la luz que ésta: «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»? La respuesta debe ser que será totalmente imposible mostrar un camino que conduzca hacia Dios, la luz, o una creación cultural perfecta que en sus normas no tenga, ante todo, ese mismo precepto divino e inconmovible como auténtico fundamento de la vida. Los análisis cósmicos y los símbolos sobre la estructura de la vida no se han manifestado para alejar a los hombres de los divinos preceptos de Cristo, ni para apartarlos de los, más o menos santos, mandamientos o instrucciones de las grandes religiones con respecto a la moral y la conducta; sino que, muy al contrario, se han manifestado, precisamente, para mostrar que lo esencial de esos supremos resultados cósmicos o dogmas, revelados a través de los representantes de las grandes religiones, es totalmente verdad.



2. La situación del mundo o el anunciado «día del juicio final»

La propia situación actual del mundo muestra que dicha manifestación es necesaria. Esta situación es tal, que uno se ve obligado a hablar de ella como del estado de juicio final o cataclismo que, según Cristo, debe sobrevenir a los hombres en «los últimos tiempos». ¿No dice, precisamente, la narración bíblica sobre el futuro que «el diablo se enfurecerá con todo su poder»? ¿Y qué es lo que hemos visto en forma de dos guerras mundiales que este siglo han hecho estragos en la humanidad? ¿No hemos visto acaso intentos de destruir ciudades inmensas con su población y sus riquezas culturales? ¿No se ha intentado, así mismo, aniquilar a toda una raza humana? ¿No hemos visto como millones de hombres han sido asesinados, no solamente en los campos de batalla, defendiendo a su patria o bien atacando el espacio vital de otros pueblos, sino también en las cámaras de gas a las que han sido conducidos, tras haber sido arrancados de la vida civil? Y estos asesinatos, ¿acaso no se han llevado a cabo sin ninguna base jurídica ni legal y, por supuesto, sin tener en cuenta los mandamientos condicionantes de vida que dicen: «No matarás», «Perdona a tu prójimo», «Mete la espada en su vaina, porque quien a espada mata a espada morirá»? ¿Acaso el cumplimiento de la ley no es precisamente este gran mandamiento: «Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»? ¿Dónde está la creencia en un Dios lleno de amor y en la práctica de una cultura cristiana en esta existencia de juicio final en la que multitudes de hombres, tanto niños como adultos, viejos como jóvenes, se han consumido hasta la muerte en los terribles campos de concentración, o campos de muerte, que han arrojado sombras de conciencia diabólica sobre toda la Tierra?


3. Los hombres se distancian de los dogmas religiosos

¿Por qué los ideales religiosos, que se han predicado a los hombres durante milenios, no han podido impedir las manifestaciones diabólicas y el estertor de muerte, la invalidez, la enfermedad, la miseria y la amoralidad que se desprenden de ellas? ¿No se hace, acaso, evidente con ello que los ideales religiosos o dogmas heredados del pasado, por muy divinos que hayan sido, no han podido liberar a la humanidad de la época espantosa de juicio final? ¿No vemos, acaso, que a los hombres se les quedan pequeños estos ideales casi del mismo modo en que a los niños se les quedan pequeños la ropa y los zapatos? A causa de esto, es natural que se pierda la creencia en ellos. ¿Acaso millones de hombres no se han vuelto materialistas y prescinden de Dios? El hecho de que este número vaya en aumento y de que durante los oficios religiosos haya más y más sitios vacíos en las iglesias o casas de Dios ¿no es acaso algo innegable? Y como consecuencia de ello, ¿no es acaso también innegable el que las más altas verdades cósmicas de importancia vital, es decir, los preceptos religiosos o dogmas se han transformado en algo misterioso de lo que directamente se opina en el sentido de que ocuparse de ello o creer en ello es indigno de las personas inteligentes? ¿Están los hombres equivocados o son los ideales religiosos los que no son ciertos?

 

4. Hombres que no exigen una argumentación lógica para la aceptación de los ideales religiosos o dogmas heredados del pasado

En un sentido absoluto, ni los hombres ni los ideales religiosos están equivocados. Los ideales religiosos se adaptan de una manera perfecta al estadio evolutivo de los hombres a los que fueron dados. Y para estos hombres son el pilar fundamental de su vida. Pero una parte muy grande de la humanidad ha evolucionado, se ha alejado de estos estadios y, en mayor o menor grado, ha avanzado hacia estadios superiores. Estos hombres viven en una esfera mental totalmente distinta a esa esfera para la que esos dogmas o resultados religiosos eran adecuados y a los que los hombres anteriormente citados podían entregarse totalmente, en virtud de su instinto todavía pujante. Su inteligencia todavía no estaba lo suficientemente desarrollada como para necesitar que los citados ideales religiosos o dogmas se les confirmasen o explicasen de un modo intelectual. A estos hombres les bastaba el hecho de que fuesen transmitidos por autoridades.


5. Los hombres a los que se les han manifestado los símbolos y la obra capital de la que éstos son un suplemento

Pero hoy es muy distinto. Una gran multitud de hombres ha perdido la capacidad de creer porque su instinto, en mayor o menor grado, ha degenerado debido al desarrollo de su inteligencia. Con este desarrollo han adquirido la capacidad de analizar las cosas por sí mismos, de investigar y observar. A medida que este desarrollo va aumentando, hace que exijan una argumentación lógica o una base científica para cada idea o concepto mental que tienen que aceptar como verdad. Pero sería completamente injusto hacerles cualquier tipo de reproche a causa del estado en que se hallan. Les es imposible creer en los ideales de los dogmas religiosos, precisamente porque éstos solamente se manifiestan como simples resultados o afirmaciones gratuitas sin la base lógica o científica de la que son dichos resultados. Es por ello, que el presente libro de símbolos* y la obra capital, de la que éstos son suplemento, han sido creados. Este libro ha sido escrito para ayudar a los hombres a los que les es imposible creer en simples suposiciones o afirmaciones gratuitas, carentes de base intelectual o lógica, pero que no obstante buscan, con su razón y de todo corazón, esa justificación de la situación de juicio final que comienzan a presentir debe existir más allá del primitivismo y la irreflexión de la vida cotidiana. A estas personas les ha sido abierto el camino del estudio cósmico que les llevará a comprender que la vida misma justifica totalmente la oscuridad en el mundo como un eslabón en la creación del eterno mantenimiento del tono fundamental del universo: el amor.


*«La Imagen Eterna del Universo»


Citado de la introducción al libro de símbolos de Martinus «La Imagen Eterna del Universo», vol. I (Texto de Martinus). © 1981 Martinus Institut